(Cuidado: Puede contener Spoliers)
La novelas de Agatha Christie traspasan las fronteras y una de sus obras literarias más conocidas, “Asesinato en el Orient Express”, no es una excepción. A pesar de que “Transsiberian” (2008) de Brad Anderson no se base estrictamente en el libro de Christie (ya que a priori no se trata de resolver un homicidio en uno de los trenes más famosos), está claro que tiene influencias Christienianas y a la vez capta el suspense al más puro estilo cine Hitchcock.
Tras visitar Pekín, Jesse (Emily Mortimer) y Roy (Woody Harrelson), un matrimonio estadounidense, se dirigen a Moscú a bordo de la conocida locomotora Transiberiana. Durante el viaje conocen a otra pareja, Carlos (Eduardo Noriega) y Abby (Kate Mara), con quienes entablan una buena amistad. En una de las paradas Roy pierde el tren y es entonces cuando Carlos y Abby se ofrecen a acompañar a Jesse hasta que su marido aparezca. A partir de ese momento el placentero paseo en tren se complica y los compañeros de viaje no son quienes aparentan ser.
Al inicio del film y cuando los personajes principales son presentados, el espectador cree intuir de qué pie cojea cada uno de los protagonistas y por un momento predice como puede acabar el viaje y como se va a conducir la trama, pero conforme se desarrolla la cinta las quinielas apuntan a que unos y otro no son quienes dicen ser y por lo tanto nunca actuarán como se tiene previsto.
Sutilmente Anderson esa capaz de mantener la intriga hasta el último momento no solo gracias a la forma en que dispone y juega con la historia y como la adorna con la sobriedad y el misterio de los solitarios, aunque bellísimos paisajes Rusos sino que cuando crees que va ocurrir algo que determine quién es culpable, quién es inocente o quién es un mero pasajero sentado en el lugar y el momento equivocado, el director le da un giro de 360º grados y te sorprende con una nueva aportación al carácter de alguno de los enigmáticos protagonistas.
Por otra parte cada uno de los actores interpreta su personaje de una forma muy estricta y creíble y para nada predecible. Emily Mortimer completamente metida en su papel de esposa con pasado oscuro y que no se fía de los otros viajeros, Woody Harrelson como el entusiasta marido que adora a Jesse a pesar de sus pecados, Ben Kingsley como un policía de dudosa moralidad o la misteriosa pareja compuesta por Noriega y Mara que parece que no vayan a jugar limpio o que escondan más de un secreto, pero tal y como se presenta la película, parece que a algunos de ellos el viajar les aburre y por lo visto les complace el jugar con una especie de trastorno de personalidad bipolar.
A pesar de tener una trama inicial algo predecible y que el elenco de personajes podría haber salido perfectamente en muchísimas otras películas del género, “Transsiberian” nos transporta directamente al clásico cine de suspense donde hasta el personaje más inocente de todos puede ser tan sospechoso o meter hasta más baza que el presuntamente más culpable y viceversa. Ya se sabe, todos somos inocentes y todos somos culpables hasta que se demuestre lo contrario o como dice Ben Kingley en una de las secuencias clave: “Con mentiras podrás llegar muy lejos, pero no podrás volver atrás.”
Tras visitar Pekín, Jesse (Emily Mortimer) y Roy (Woody Harrelson), un matrimonio estadounidense, se dirigen a Moscú a bordo de la conocida locomotora Transiberiana. Durante el viaje conocen a otra pareja, Carlos (Eduardo Noriega) y Abby (Kate Mara), con quienes entablan una buena amistad. En una de las paradas Roy pierde el tren y es entonces cuando Carlos y Abby se ofrecen a acompañar a Jesse hasta que su marido aparezca. A partir de ese momento el placentero paseo en tren se complica y los compañeros de viaje no son quienes aparentan ser.
Al inicio del film y cuando los personajes principales son presentados, el espectador cree intuir de qué pie cojea cada uno de los protagonistas y por un momento predice como puede acabar el viaje y como se va a conducir la trama, pero conforme se desarrolla la cinta las quinielas apuntan a que unos y otro no son quienes dicen ser y por lo tanto nunca actuarán como se tiene previsto.
Sutilmente Anderson esa capaz de mantener la intriga hasta el último momento no solo gracias a la forma en que dispone y juega con la historia y como la adorna con la sobriedad y el misterio de los solitarios, aunque bellísimos paisajes Rusos sino que cuando crees que va ocurrir algo que determine quién es culpable, quién es inocente o quién es un mero pasajero sentado en el lugar y el momento equivocado, el director le da un giro de 360º grados y te sorprende con una nueva aportación al carácter de alguno de los enigmáticos protagonistas.
Por otra parte cada uno de los actores interpreta su personaje de una forma muy estricta y creíble y para nada predecible. Emily Mortimer completamente metida en su papel de esposa con pasado oscuro y que no se fía de los otros viajeros, Woody Harrelson como el entusiasta marido que adora a Jesse a pesar de sus pecados, Ben Kingsley como un policía de dudosa moralidad o la misteriosa pareja compuesta por Noriega y Mara que parece que no vayan a jugar limpio o que escondan más de un secreto, pero tal y como se presenta la película, parece que a algunos de ellos el viajar les aburre y por lo visto les complace el jugar con una especie de trastorno de personalidad bipolar.
A pesar de tener una trama inicial algo predecible y que el elenco de personajes podría haber salido perfectamente en muchísimas otras películas del género, “Transsiberian” nos transporta directamente al clásico cine de suspense donde hasta el personaje más inocente de todos puede ser tan sospechoso o meter hasta más baza que el presuntamente más culpable y viceversa. Ya se sabe, todos somos inocentes y todos somos culpables hasta que se demuestre lo contrario o como dice Ben Kingley en una de las secuencias clave: “Con mentiras podrás llegar muy lejos, pero no podrás volver atrás.”
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