Tomando prestadas las últimas horas del cantante de Nirvana Kurt Cobain antes de su misteriosa muerte, “Last Days” (2007) de Gus Van Sant nos introduce en el loco mundo de las grandes estrellas del rock por la puerta de atrás e intenta demostrar que el éxito mal encajado y el estilo de vida alocado donde el exceso de drogas combinados con la excentricidad y espiritualidad de un talentoso músico de grunge puede ser el detonante de una muerte prematura. Por desgracia a pesar de las excelentes críticas y después de haber sido seleccionada para competir en la Selección Oficial del Festival de Cannes, Van Sant fracasa a la hora de mostrarnos el peculiar retiro espiritual del protagonista del film.
Blake (Michael Pitt), líder de una de las más famosas bandas de grunge del momento, se escapa a su aislada mansión para asimilar el éxito de una forma especial mientras intenta encontrar la inspiración entre los solitarios bosques para componer su última canción. Aunque los fans y los dueños de su compañía discográfica esperan con ansias su regreso a los escenarios, Blake tiene en mente un objetivo diferente: encontrar el camino para finalizar su atormentada existencia.
El film parte de una morbosa idea que es el inspirarse en los últimos días, introduciendo al espectador en la mente del paranoico protagonista, de un genio musical que tiene que lidiar con el liderazgo de una de las más salvajes profesiones mientras intenta abatir sus demonios personales. El problema surge cuando se intenta usar como modelo la figura pública de Cobain para el personaje de Blake y lo único que se consigue es copiar de mala manera la atormentada personalidad del maestro del grunge y transformarlo hasta que queda un protagonista que se pasa la casi hora y media que dura el largometraje deambulando como un zombie por su malgastada mansión y los bosques de alrededor como una mezcla de un drogadicto alocado que le gusta transvestirse que es a la vez un adorado músico en horas bajas.
Es bien sabido que el solista de Nirvana era un genio explotado y que prefirió pasar sus últimos momentos en solitario y el director pelea sin éxito en cada una de las escenas por captar artísticamente (un hombre perdido por las drogas y el exceso y un solitario bosque que lo acoge como nada ni nadie más lo ha hecho a pesar de su éxito) el descenso de un personaje que tras su repentina muerte se convirtió en un icono musical- título que se pasó toda la vida luchando por rechazar- y lo único que consigue es mostrar una película que se estanca desde el minuto uno con soporíferas y repetitivas escenas (secuencias lentas donde los paisajes se convierten en muchas ocasiones en los protagonistas absolutos de la cinta) que muestran la solitud de un colgado adicto a las diversas substancial ilegales habidas y por haber ahí semi-arrastrándose por su propio mundo, un mundo que no se asemeja ni por asomo al del líder de Nirvana.
Por otra parte Pitt, creyendo que homenajea al cantante, desaprovecha la complejidad y la excentricidad que le podía proporcionar el ser influenciado por este personaje y destroza la personalidad del solista con su insulsa y incoherente actuación dando relevancia a una inspiración nefasta sobre la persona de Cobain.
A pesar de la excelente caracterización física de Pitt como Cobain y contener una memorable y emotiva escena en la que Blake interpreta sobradamente una melancólica canción que bien podría ser digna del repertorio de Nirvana, “Last Days” promete una historia de soledad e introvertismo y donde la muerte es el camino a seguir por un genio musical incapaz de asumir el éxito; donde el suicidio indica de una forma artística y bella no solo el fin del sufrimiento de este personaje sino que también cierra el círculo de una vida llena de excesos y vivida al límite. En cambio el espectador se encuentra con un film que dice estar influenciado por la vida y muerte de Cobain y lo único que hace es aprovechar la popularidad de éste para mostrar a un desaliñado músico bastante colocado haciendo estupideces en su destrozada y cochambrosa mansión hasta que las drogas le pasan factura y dejando atrás con descaro la faceta espiritual de uno de los más talentosos y polémicos músicos de todos los tiempos. Si Cobain lo viese probablemente se liaría a cantar aquello de “Am I the only one, am I the only oneee” (Rape Me). Apostamos a que sí.
Blake (Michael Pitt), líder de una de las más famosas bandas de grunge del momento, se escapa a su aislada mansión para asimilar el éxito de una forma especial mientras intenta encontrar la inspiración entre los solitarios bosques para componer su última canción. Aunque los fans y los dueños de su compañía discográfica esperan con ansias su regreso a los escenarios, Blake tiene en mente un objetivo diferente: encontrar el camino para finalizar su atormentada existencia.
El film parte de una morbosa idea que es el inspirarse en los últimos días, introduciendo al espectador en la mente del paranoico protagonista, de un genio musical que tiene que lidiar con el liderazgo de una de las más salvajes profesiones mientras intenta abatir sus demonios personales. El problema surge cuando se intenta usar como modelo la figura pública de Cobain para el personaje de Blake y lo único que se consigue es copiar de mala manera la atormentada personalidad del maestro del grunge y transformarlo hasta que queda un protagonista que se pasa la casi hora y media que dura el largometraje deambulando como un zombie por su malgastada mansión y los bosques de alrededor como una mezcla de un drogadicto alocado que le gusta transvestirse que es a la vez un adorado músico en horas bajas.
Es bien sabido que el solista de Nirvana era un genio explotado y que prefirió pasar sus últimos momentos en solitario y el director pelea sin éxito en cada una de las escenas por captar artísticamente (un hombre perdido por las drogas y el exceso y un solitario bosque que lo acoge como nada ni nadie más lo ha hecho a pesar de su éxito) el descenso de un personaje que tras su repentina muerte se convirtió en un icono musical- título que se pasó toda la vida luchando por rechazar- y lo único que consigue es mostrar una película que se estanca desde el minuto uno con soporíferas y repetitivas escenas (secuencias lentas donde los paisajes se convierten en muchas ocasiones en los protagonistas absolutos de la cinta) que muestran la solitud de un colgado adicto a las diversas substancial ilegales habidas y por haber ahí semi-arrastrándose por su propio mundo, un mundo que no se asemeja ni por asomo al del líder de Nirvana.
Por otra parte Pitt, creyendo que homenajea al cantante, desaprovecha la complejidad y la excentricidad que le podía proporcionar el ser influenciado por este personaje y destroza la personalidad del solista con su insulsa y incoherente actuación dando relevancia a una inspiración nefasta sobre la persona de Cobain.
A pesar de la excelente caracterización física de Pitt como Cobain y contener una memorable y emotiva escena en la que Blake interpreta sobradamente una melancólica canción que bien podría ser digna del repertorio de Nirvana, “Last Days” promete una historia de soledad e introvertismo y donde la muerte es el camino a seguir por un genio musical incapaz de asumir el éxito; donde el suicidio indica de una forma artística y bella no solo el fin del sufrimiento de este personaje sino que también cierra el círculo de una vida llena de excesos y vivida al límite. En cambio el espectador se encuentra con un film que dice estar influenciado por la vida y muerte de Cobain y lo único que hace es aprovechar la popularidad de éste para mostrar a un desaliñado músico bastante colocado haciendo estupideces en su destrozada y cochambrosa mansión hasta que las drogas le pasan factura y dejando atrás con descaro la faceta espiritual de uno de los más talentosos y polémicos músicos de todos los tiempos. Si Cobain lo viese probablemente se liaría a cantar aquello de “Am I the only one, am I the only oneee” (Rape Me). Apostamos a que sí.
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