sábado, 29 de agosto de 2009

Noel se despide de Oasis


Noel Gallagher, guitarrista y compositor de Oasis, anunció el pasado viernes en la página web oficial que abandonaba definitivamente el grupo declarando que ya no podía tocar junto a su hermano Liam, solista de la banda.

Después de otra intensa disputa- se dice que se cargaron alguna que otra guitarra- en el backstage entre los hermanos Gallagher minutos antes de tocar en el festival Rock en Seine de Paris, Noel abandonó el recinto y la organización informó a los más de 30.000 espectadores que el concierto se suspendía.

No es la primera vez que Noel deja la banda por las peleas con su hermano pequeño. En Mayo del 2000 el grupo anuló el show en el Pavelló Olímpic del Vall D’Hebrón. La organización comunicó que el concierto se aplazaba debido a que el entonces batería, Alan White, había sufrido un achaque en la muñeca. Tiempo después se supo que el hermano mayor de los Gallagher había renunciado a seguir formando parte de Oasis tras una pelea con Liam y la banda volvió meses después con un guitarrista nuevo.

Los de Manchester que debían actuar hoy en Alemania en el Rock Am See festival y el domingo en Milán, también han cancelado el resto de fechas de la gira Europea “Dig Out Your Soul”, que pasó en el Pavelló Olímpic de Badalona el pasado 13 de Febrero (fotos de arriba).

A pesar de no haber declarado que ahora fuese a dedicar su tiempo a desarrollar una carrera en solitario- cosa que los fans agradeceríamos- Alan McGee, el que fue manager del grupo, ha comentado que es posible que Noel se meta de lleno a ello.

Para leer el comunicado entero de Noel podéis visitar el siguiente link:
http://www.oasisinet.com/

miércoles, 26 de agosto de 2009

The Rock Show: Realities heavies


Es bien sabido que las verdaderas estrellas del rock viven al límite y debido a esto muchas de esas leyendas acaban saliéndose del camino de la forma más salvaje posible, pero los que todavía están conduciendo por la autopista hacia el infierno y no han pisado aún el averno se lo montan a lo grande tanto dentro como fuera del escenario. ¿Por qué armar el show únicamente on stage cuando pueden sacar tajada contando sus excesos y miserias en un reality televisivo? Ésta es la última moda entre los dioses del rock.

El que fue solista de Black Sabbath, Ozzy Osbourne fue uno de los pioneros al presentar su vida en familia en la MTV con su show The Osbournes. Atrás quedaron los escandalosos y sangrientos conciertos donde entre canción y canción arrancaba de un mordisco cabezas de murciélagos. Mientras busca nuevo guitarra (considera que Zakk Wylde está demasiado influenciado por el estilo Black Label Society) el cantante de Crazy Train y Supernaut lo que ahora le va- y ya desde hace unos pocos años; ya es todo un veterano en esto de los realities- es mostrarle al mundo que aunque sea uno de los frontmen más heavies de todos los tiempos cuando llega a casa es o al menos intenta ser un padre de familia de lo más corriente. Tras cuatro temporadas y varias “charlas” destacadas entre padre rockero colgado e hijos consentidos porreros, vemos a un Ozzy antes desconocido por el público siendo romántico con su mujer Sharon- ahora conocidísima por pertenecer al jurado de Britain’s Got Talent-, intentando ser aunque sea por unos minutos un adonis griego siguiendo el rollo mente sana in corpore sano y dejando de meterse substancias ilegales y haciendo ver que practica algo de ejercicio o hasta como amo de casa ahí recogiendo las mandungas de los verdaderos dueños de la casa: unos chuchos algo apalancados y marranos que se mean en la alfombra del salón a la mínima oportunidad.

A pesar de que no pasará desapercibido como un padre normal y corriente y no solo por decir “fuck” mil veces en una sola frase, lo bueno es que siempre le quedará un cajón lleno de chocolate (el de comer) y quizá otro no visto con otro tipo de substancias no aptas para blandengues y en nuestra retina esos momentos como cuando surge algún problema doméstico y llama con su peculiar voz a su mujer o aquellos en que aparece correteando a su manera por toda la casa en busca del perro que se ha orinado en su alfombra para reñirle y grita eso de: “¿Quién coño se ha meado en mi alfombra? Te voy a tirar a la p**a piscina. Fuera de mi jodida casa. Es un jodido terrorista. Forma parte del p**o clan de Bin Laden…” y otras perlas similares. En cuanto a momentos más serios siempre se hablará de como se mostró el tratamiento y recuperación de Sharon y su cáncer de colon o cuando Ozzy se quedó en coma durante una semana tras sufrir un grave accidente.

Otra leyenda de rock se ha apuntado al carro de los realities y no solo aparece en la pequeña pantalla contando sus aventuras domésticas sino que hasta es capaz de convertirse en profesor de música para impartir los conocimientos adquiridos después de años de sexo, drogas y rock’n’roll. A pesar de estar en la actualidad entregado en cuerpo y alma a su nuevo disco (un comunicado enviado hace poco más de un mes confirmaba el regreso de su banda a los ruedos tras once años de ausencia musical) Gene Simmons, líder y bajista de Kiss, conocido por tener la lengua más larga (y no metafóricamente hablando) del rock, por su cara de Demon pintada en blanco y negro o por escupir sangre en sus directos, empezó con la serie Rock School, estrenada en Channel 4 (Reino Unido) en 2005 y le siguieron las peripecias familiares en Family Jewels.

En la primera temporada de Rock School, Gene se adentra en una escuela de lo más tradicional del Reino Unido (niños con uniformes estilo Tudor incluido) para impartir clases de rock’n’roll a un grupo de trece añeros. Los diez afortunados alumnos, asiduos a escuchar y tocar música clásica y desconocedores del gran mito que es su instructor, tienen que transformarse musical y estilísticamente y aprender a componer canciones como un verdadero grupo de glam rock antes del gran examen de graduación: ser teloneros de los padres del metal, Motörhead.

Gracias a una banda sonora de lujo: Led Zeppelin, Pink Floyd, Queen, Free y los propios Kiss, entre otros, y de numerosas escenas para el recuerdo como Gene tocando Rock and Roll all Night ante un público de geriátrico o su primera aparición en la escuela con su gabardina de cuero a lo Matrix y sus inherentes gafas de sol y gritando en plan Pennywise eso de: “Wow Yeah!! Hellooo kiddies!!” a los alucinados y algo acojonados pupilos, hemos podido conocer otra faceta del maestro Simmons. Por sus venas corre rock’n’roll puro y éste es capaz de inyectárselo hasta el más negado.

Por otra parte, Family Jewels nos presenta a la familia Simmons al completo en su lujosa mansión de LA, pero a pesar de que los cuatro miembros viven por todo lo alto: coches de lujo, fiestas por todo lo grande, viajes a diestro y siniestro o miles de dólares derrochados en ropa y complementos, como ocurre con Ozzy nos encontramos con el Gene más sincero y transparente posible y si, aún y así, sigue siendo una caricatura de una leyenda del rock. Simmons es tan o más excéntrico de lo que su imagen pública alberga y hasta sus propios hijos son conscientes de ello y de ahí que sea motivo de mofa. La diferencia: al Príncipe de las Tinieblas (Ozzy) se le ve perdido y sus hijos acaban cansando con sus manías y a Simmons se le ve más activo que nunca y su prole engancha desde el minuto uno, sobre todo cuando se trata de hablar del patriarca y los negocios que se monta a raíz del mito Kiss.

Gene toca, respira, vive, es Kiss fuera y dentro de los escenarios y es capaz de vendérselo hasta el mismísimo Papa si hiciese falta. Sus medios: la buena música de su grupo y muchas, muchas chicas medio despelotadas. Resultado: desde un Mr. Simmons’ bikini car cash hasta unos DVDs de fitness en plan Cindy Crawford pero más subidos de tono. En la industria del rock todo vale y Gene lo explota a conciencia. Si eso no entretiene por otro lado queda lo mejor de la serie: los líos familiares. Vemos a Gene- un conquistador nato que aclama haberse acostado con miles y miles de mujeres- sobreprotegiendo a su hija de quince años que empieza a tener sus primeros escarceos amorosos o intentando dejar el trabajo de lado y centrarse en su esposa ex modelo y ex conejito playboy o nos encontramos a Nick, el hijo rockero o lo que es lo mismo: una versión más joven de Gene, un chico en potencia (sexual y musical), intentando pasar desapercibido aunque las teenagers hollywoodienses de bien (y alguna madre salida también) le quieran sacar hasta el hígado (por decir algo) con tal de que el muchacho sea su pareja por un día.

A pesar de que Ozzy y Gene son los casos más sonados de rockeros destripando su vida más íntima a través del televisor, otras estrellas de la música y el show business se han apuntado a esta moda. El caso más reciente es el del rapero Snoop Dogg con su programa Snoop Dogg's Father Hood, donde se le ve inmerso en su vida familiar lidiando con las travesuras de sus hijos, intentando encontrar un adiestrador para sus mascotas o sorprendiendo a toda la familia cuando tras muchas burlas acaba trayendo al mismísimo David Beckham para que les enseñe a jugar al soccer y después invitarle a su restaurante de pollo frito favorito.

Y por si fuera poco y dejando atrás a músicos (aunque no por eso es menos heavy, ya que bien podría ser una mezcla entre Rob Zombie y Zakk Wylde), hasta el mismísimo Hulk Hogan, famoso por sus melena rubia tan bien cuidada que va a juego con su bigote, sus mamporrazos de Pressing Catch y sus vestimentas de motero rockero, nos abre las puertas de su casa en Hogan Knows Best para que veamos cómo se las gastan el día a día en la mansión Hogan.

Muchos son los que se oponen a que las grandes leyendas del rock comercialicen con su vida privada e imagen pública de esta manera, pero como dice Gene Simmons (en uno de los episodios de Rock School) el rock’n’roll también es un negocio y como se suele decir: para que se lo lleven otros me lo llevo yo o en sus propias palabras: “El rock es una potente industria. Te proporciona mucha pasta y si dices que el dinero no te da la felicidad… He ganado más de un millón de dólares, pero si hay un dólar que no quieras por favor puedes dármelo a mí. […] Toda mi vida he escuchado eso de ‘Tiene demasiada pasta y demasiadas mujeres’. Traducción: Me gustaría ser Gene Simmons.”. ¿Arrogancia? ¡Qué va! Así se las gasta Mr. Simmons y así es el rock’n’roll de verdad.

viernes, 21 de agosto de 2009

Transsiberian: el tren de los misterios

(Cuidado: Puede contener Spoliers)
La novelas de Agatha Christie traspasan las fronteras y una de sus obras literarias más conocidas, “Asesinato en el Orient Express”, no es una excepción. A pesar de que “Transsiberian” (2008) de Brad Anderson no se base estrictamente en el libro de Christie (ya que a priori no se trata de resolver un homicidio en uno de los trenes más famosos), está claro que tiene influencias Christienianas y a la vez capta el suspense al más puro estilo cine Hitchcock.

Tras visitar Pekín, Jesse (Emily Mortimer) y Roy (Woody Harrelson), un matrimonio estadounidense, se dirigen a Moscú a bordo de la conocida locomotora Transiberiana. Durante el viaje conocen a otra pareja, Carlos (Eduardo Noriega) y Abby (Kate Mara), con quienes entablan una buena amistad. En una de las paradas Roy pierde el tren y es entonces cuando Carlos y Abby se ofrecen a acompañar a Jesse hasta que su marido aparezca. A partir de ese momento el placentero paseo en tren se complica y los compañeros de viaje no son quienes aparentan ser.

Al inicio del film y cuando los personajes principales son presentados, el espectador cree intuir de qué pie cojea cada uno de los protagonistas y por un momento predice como puede acabar el viaje y como se va a conducir la trama, pero conforme se desarrolla la cinta las quinielas apuntan a que unos y otro no son quienes dicen ser y por lo tanto nunca actuarán como se tiene previsto.

Sutilmente Anderson esa capaz de mantener la intriga hasta el último momento no solo gracias a la forma en que dispone y juega con la historia y como la adorna con la sobriedad y el misterio de los solitarios, aunque bellísimos paisajes Rusos sino que cuando crees que va ocurrir algo que determine quién es culpable, quién es inocente o quién es un mero pasajero sentado en el lugar y el momento equivocado, el director le da un giro de 360º grados y te sorprende con una nueva aportación al carácter de alguno de los enigmáticos protagonistas.

Por otra parte cada uno de los actores interpreta su personaje de una forma muy estricta y creíble y para nada predecible. Emily Mortimer completamente metida en su papel de esposa con pasado oscuro y que no se fía de los otros viajeros, Woody Harrelson como el entusiasta marido que adora a Jesse a pesar de sus pecados, Ben Kingsley como un policía de dudosa moralidad o la misteriosa pareja compuesta por Noriega y Mara que parece que no vayan a jugar limpio o que escondan más de un secreto, pero tal y como se presenta la película, parece que a algunos de ellos el viajar les aburre y por lo visto les complace el jugar con una especie de trastorno de personalidad bipolar.

A pesar de tener una trama inicial algo predecible y que el elenco de personajes podría haber salido perfectamente en muchísimas otras películas del género, “Transsiberian” nos transporta directamente al clásico cine de suspense donde hasta el personaje más inocente de todos puede ser tan sospechoso o meter hasta más baza que el presuntamente más culpable y viceversa. Ya se sabe, todos somos inocentes y todos somos culpables hasta que se demuestre lo contrario o como dice Ben Kingley en una de las secuencias clave: “Con mentiras podrás llegar muy lejos, pero no podrás volver atrás.”

martes, 18 de agosto de 2009

Last Days: Cuando Cobain deja de ser Cobain

Tomando prestadas las últimas horas del cantante de Nirvana Kurt Cobain antes de su misteriosa muerte, “Last Days” (2007) de Gus Van Sant nos introduce en el loco mundo de las grandes estrellas del rock por la puerta de atrás e intenta demostrar que el éxito mal encajado y el estilo de vida alocado donde el exceso de drogas combinados con la excentricidad y espiritualidad de un talentoso músico de grunge puede ser el detonante de una muerte prematura. Por desgracia a pesar de las excelentes críticas y después de haber sido seleccionada para competir en la Selección Oficial del Festival de Cannes, Van Sant fracasa a la hora de mostrarnos el peculiar retiro espiritual del protagonista del film.

Blake (Michael Pitt), líder de una de las más famosas bandas de grunge del momento, se escapa a su aislada mansión para asimilar el éxito de una forma especial mientras intenta encontrar la inspiración entre los solitarios bosques para componer su última canción. Aunque los fans y los dueños de su compañía discográfica esperan con ansias su regreso a los escenarios, Blake tiene en mente un objetivo diferente: encontrar el camino para finalizar su atormentada existencia.

El film parte de una morbosa idea que es el inspirarse en los últimos días, introduciendo al espectador en la mente del paranoico protagonista, de un genio musical que tiene que lidiar con el liderazgo de una de las más salvajes profesiones mientras intenta abatir sus demonios personales. El problema surge cuando se intenta usar como modelo la figura pública de Cobain para el personaje de Blake y lo único que se consigue es copiar de mala manera la atormentada personalidad del maestro del grunge y transformarlo hasta que queda un protagonista que se pasa la casi hora y media que dura el largometraje deambulando como un zombie por su malgastada mansión y los bosques de alrededor como una mezcla de un drogadicto alocado que le gusta transvestirse que es a la vez un adorado músico en horas bajas.

Es bien sabido que el solista de Nirvana era un genio explotado y que prefirió pasar sus últimos momentos en solitario y el director pelea sin éxito en cada una de las escenas por captar artísticamente (un hombre perdido por las drogas y el exceso y un solitario bosque que lo acoge como nada ni nadie más lo ha hecho a pesar de su éxito) el descenso de un personaje que tras su repentina muerte se convirtió en un icono musical- título que se pasó toda la vida luchando por rechazar- y lo único que consigue es mostrar una película que se estanca desde el minuto uno con soporíferas y repetitivas escenas (secuencias lentas donde los paisajes se convierten en muchas ocasiones en los protagonistas absolutos de la cinta) que muestran la solitud de un colgado adicto a las diversas substancial ilegales habidas y por haber ahí semi-arrastrándose por su propio mundo, un mundo que no se asemeja ni por asomo al del líder de Nirvana.

Por otra parte Pitt, creyendo que homenajea al cantante, desaprovecha la complejidad y la excentricidad que le podía proporcionar el ser influenciado por este personaje y destroza la personalidad del solista con su insulsa y incoherente actuación dando relevancia a una inspiración nefasta sobre la persona de Cobain.

A pesar de la excelente caracterización física de Pitt como Cobain y contener una memorable y emotiva escena en la que Blake interpreta sobradamente una melancólica canción que bien podría ser digna del repertorio de Nirvana, “Last Days” promete una historia de soledad e introvertismo y donde la muerte es el camino a seguir por un genio musical incapaz de asumir el éxito; donde el suicidio indica de una forma artística y bella no solo el fin del sufrimiento de este personaje sino que también cierra el círculo de una vida llena de excesos y vivida al límite. En cambio el espectador se encuentra con un film que dice estar influenciado por la vida y muerte de Cobain y lo único que hace es aprovechar la popularidad de éste para mostrar a un desaliñado músico bastante colocado haciendo estupideces en su destrozada y cochambrosa mansión hasta que las drogas le pasan factura y dejando atrás con descaro la faceta espiritual de uno de los más talentosos y polémicos músicos de todos los tiempos. Si Cobain lo viese probablemente se liaría a cantar aquello de “Am I the only one, am I the only oneee” (Rape Me). Apostamos a que sí.